Dos días antes del arribo de
Cristobal Colón a nuestro continente, todos los indios hicieron un
consenso y llegaran a la conclusión de que era mejor reunir todo el oro
que se encontrase a lo largo y ancho de norte, centro y sur America para
arrojarlo al mar.
Cuando Colón desembarcó en guanahani,
saludó y mandó a traer todas las baratijas que hubiesen en la nao y en
las dos carabelas para intercambiar por oro, entonces sacó un espejo y se
lo ofreció al cacique, el cacique recibió el obsequio y le devolvió una
flor.
La cara del almirante palideció,
embarcó de nuevo y se perdió el horizonte, porque entendió que no le
seria permitido putear el paraíso.