Discretamente,
la
hermosísima mujer se retiró por unos momentos de la mesa de la fuente de
soda y se dirigió hacia el baño para retocar su rostro, abrió su bolso
y de ahí sustrajo el lápiz labial de un color rojo intenso, que aplicó
con muchísimo cuidado.
Se
dirigió sigilosamente hasta lugar donde estaba su amado, se sentó con
alguna precaución y lo besó apasionadamente. El hombre se desplomó
sobre la mesa, mientras ella se retiraba apresuradamente de aquel sitio
con una leve sonrisa entre los labios, porque su plan funcionó
pefectamente y fué una excelente idea esa de aplicar un poco de veneno en
el pintalabios, para matarlo a punta de besos.