El pequeño estaba decidido a
capturar como fuera posible a las quisquillosas mariposas.
Alistó su pequeña red, abrió la boca
y se puso al acecho; duró de ésta forma muchos dias preocupando a sus
padres que en un principio la habían tomado como cosas de la infancia.
Pero después pensaron que era mucho
más grave, pues el seminiño no hacía cosa alguna fuera de nombrar y
esperar a las mariposas, aunque era absurdo, porque ellos jamás las
habían visto.
Lo llevaron al siquiatra. Los adultos no
entendienron que las mariposas que el seminiño pretendia aprisionar eran
esas que revolotean en el estómago, cuando uno empieza a enamorarse.