El Emperador De La Luna 

 

Me quiere

  Paseando por la ciudad selva, la gigantesca margarita tomó al diminuto hombre de sus extremidades y comenzo a despegarlas, diciendo en voz alta:''me quiere'', ''no me quiere''.

Lo último que arrancó fué la cabeza que era un ''sí me quiere'', la margarita arrojó la cabeza lejos y se fué feliz como nunca, porque su gran amor, el crisantemo, le correspondia.

 

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