Capítulo III

Tauin ( 8 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Pasad, pasad, queridos, invita Kebhouet sonriente y feliz por la visita de la diosa de la muerte, de la flechera y del terrorista, haciéndose a un lado de la puerta del jardín, que es por donde habían llamado; Kebhouet es esbelta como es lógico y tiene 30 años como todo el mundo salvo excepciones; su risa es cristalina y recuerda a los surtidores murmuradores escondidos en la fronda, y su elegancia es proverbial, tan proverbial como la elegancia de todas las otras diosas de la pandilla, con túnica tornasolada verde y azul, melena flotante y muchas perlas por todas partes; Net no trae su arco, pues viene de secretaria con un portafolio en ristre, y el arquito con las flechitas lo lleva prendido al lado del corazón en oro y diamantitos; Shed viene de macarra con guantes negros y gafas de sol, y un paquete cogido por su mano izquierda, disimulado detrás de sí que evidentemente es una bomba; pero Sui es diferente: la diosa de la muerte ni lo parece, de sana y hermosa que está, carrillos coloradotes al natural, busto generoso y elevado, y pelo recogido en un alto moño, pero eso sí, negrísimo como el vestido de seda china con raja lateral para llevar al aire la pierna izquierda de nívea blancura sonrosada y morenilla; pasad, pasad; y los conduce majestuosamente en fila india por un sendero serpenteante hasta un cenador octogonal de finas y altísimas columnas marmóreas y yedra estilizada enroscada en ellas; hay que subir tres escalones; los suben, entran y sin más protocolo se van sentando en torno a una mesa también octogonal que espera ya dispuesta con los servicios correspondientes de te psi de puro platino y una bandeja de pastas surtidas para cada uno, también de platino de primera, pero no las pastas, que son de purísima ambrosía, sin azúcar y que no engordan.

No te privas de nada, querida, amor, dice la parca, y lo digo sin mala intención; todo es poco para vosotros, amores míos, dice la bella diosa de las aguas de superficie, -ríos, torrentes, lagos, cascadas y demás-, hoy voy a echar la casa por la ventana; este juego de te era de mi abuela; mentía descaradamente, ya que los dioses verdaderos no han tenido nunca abuela; de mi abuela Pepa; la pobrecita es lo único que me dejó, -el juego de te y la superficie terrestre-; yo nunca he sido rica, como sabéis, y por eso aprecio tanto las cosas y las lindas visitas como la vuestra, ¿qué se os ofrece?, bueno, perdón, ¿y a qué debo el honor de vuestra visita?, tampoco, hoy no estoy inspirada, ¿y qué tal? Shed puso la bomba debajo de su sillón y se quitó un guante para lo de las pastas; ¿azúcar? preguntó Kebhouet a Sui, la de la muerte, sirviéndole la tacita; ay, no, sacarina sólo, estoy a régimen; ¿y pasas hambre, preciosidad? pregunta Shed que hoy viene de terrorista, pero que puede hacer más cosas; no, amor mío, sólo cuando no como; ¿y tú qué tal, Netita?, hoy vienes como de trabajadora.

Net no contestó; se limitó a abrir su cartera y a distribuirles sendos planes de destrucción, guerras y países; ¿Pero esto no es cosa más bien de Mut? creía que ella era la encargada de estos temas preguntó la diosa de los jardines -del agua y de los jardines-; bueno sí, explicó Net, pero le estoy echando una mano.

Los países en cuestión eran diversos, pequeños y grandes; primero los más pequeños y luego los más mayores; todo está interrelacionado, explicó Net, aquí aquí y aquí, puntualizaba con su índice de rutilante uña esmaltada negra, éstos son los puntos y temas de intersección más conflictivos; como siempre, se trata de economía y de vanidad, de orgullo y apetencias de orangutanes; si miráis los diagramas, veréis las razones alegadas en superficie y las guardadas en profundidad; ya me voy imaginando por qué habéis venido, dijo Kebhouet con una dulce sonrrisa mostrando su espléndida dentadura de nácar, pero lo de la profundidad, como no sea la de la muerte...; justo, amor, sonrió Sui; y el terrorismo lo pone Shed que es el experto; sólo un simple aficionado, dijo éste modestamente, uno es un mandáo y hace lo que puede; hasta ahora sólo me he entrenado volando cabinas telefónicas, pero pronto aprenderé a volar cosas mayores, lo prometo; seguro, querido mío, dice Sui y le lanza un beso con dos deditos; no nombremos países porque las paredes oyen; aquí no hay paredes que oigan, dice Net, pero hay columnas; y hasta en la yedra se pueden poner sensores; ¿sensores?, qué anticuada, dice Kebhouet, ¿pero quién iría a tener la ocurrencia de espiarnos?; nadie desde luego, dice Net, pero hay que tomar todas las precausiones: Nadie no es más que lo desconocido y puede resultar un juego de palabras; acordaos de Ulises, añadió para confirmar su tesis; los dioses saben que son únicos y solos, pero nunca se sabe lo que puede luego emerger de lo desconocido, añadió Net reflexiva; lo desconocido, vaya bonito invento, murmura Sui como para sí misma, no es una crítica, pero la Comisión debería habérselo pensado un par de veces antes de decidirse a introducir un factor de indeterminación, ¿no os parece? Shed comenzó a silbar una balada paleolítica para cubrir el hecho de que nadie quisiera responder; sólo la muerte tiene derecho a hacerse tales preguntas.

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M a n ú
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