Capítulo II

Tauin ( 5 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Como todo el mundo sabe, Tum es intensamente moreno, casi negro, en contraste con Tut, que es plateado. Además, Tut tiene una hermana gemela, Amihaf, seria y formal, que lleva siempre prendido al pelo un broche de oro en forma de espiral. A todo esto Net es una certerísima arquera famosa por su mal genio. Los cinco están, como es lógico, en el claro del parque donde se hallan las dianas del tiro al arco, sentados cuatro en torno a una mesa blanca de jardín tomando refrescos psi, mientras Net da en todo el centro flecha tras flecha. Parece como furiosa, más que enojada colérica, rabiosilla.

Son sus cosas, dice Tum, ya se le pasará; Amihaf emitió una risita inaudible y se reconpuso la faldilla al cambiar el cruce de piernas; Tut va muy de serio, siendo en el fondo un guasón impenitente; sus motivos tendrá, fue lo que dijo.

Con el rabillo del ojo miró a Amihaf, inquisitivo; ella percibió la tácita pregunta y en principio pareció dudar y dejarlo para luego, pero incluso ella misma sentía curiosidad; se miró las plateadas uñas atentamente, y al fin se decidió a leer en ellas; estoy en blanco, musitó en dáctil-alfabeto, y ya a ninguno se le pasó por alto. Los carrillos de Tum se hincharon con una leve sonrisa; tomó su dorado encendedor y lo situó cuidadosamente encima de su paquete de cigarrillos. Lo evidente estaba a la vista, había decidido la emersión. Net extremó la fuerza del impulso y la flecha traspasó el tablero. Tut se hizo el distraído y miró para otra parte, hacia la oscuridad espesa y verde del bosque en medio día. No pensaba, pues la telepatía es perfecta entre los olímpicos y sería como hablar a gritos.

Sin embargo, se las arregló para que una pequeña nube ocultara al sol como de paso; Net dejó de tirar y lo miró descaradamente, un brazo apoyado en el arco y el otro en jarra; Tum puso el encendeor en pie, sobre el paquete de cigarrllos; esto era ya demasiado para la diosa del arco y las flechas, pateó el suelo con fuerza y hubo un ligero terremoto; el mechero osciló, pero Tut hizo un leve gesto con su mano izquierda en forma de extraña flor y el encendedor mantuvo el equilibrio; las copas de los árboles oscilaban, los vasos de refresco psi tintineaban, la alfombra verde del césped parecía ondularse como miríadas de serpientes, pero los cuatros siguieron inocentes disfrutando de la brisa.

Net, más reflexiva, tomó lentamente el arco, cogió una flecha de su carcaj, la situó, apuntó delicadamente al sol y disparó; la diminuta nube despareció. Es lógico, pensó Tut, los rayos solares la han disuelto; Net le miró con ira, pero Amihaf soltó otra de sus risitas; la brisa empezó a girar en remolino; ahora Net ya sabía que no podía seguir tirando flechas, pero como que se equivocaban; suavemente lanzó una flecha a 60 grados de la posición del blanco y el viento se encargó de clavarla en el centro exacto de la diana más alejada; sonrió, por primera vez en la mañana, se llegó a su blanco sillón vacío y sorbió dulcemente su refresco psi. Parece que hoy estamos muy silenciosos, fue su comentario, pero Tum oyó está riquísimo, Tut oyó qué sed tenía, y Amihaf oyó "perfecto".

¿Y ese mecherito....? la alusión era tan directa que hubo de sonar un trueno en la lejanía; con este tiempo tan cambiante nunca se sabe, a lo mejor llueve; no es posible -¡¡¡NO ES POSIBLE????-, no es nada probable porque el viento -o más bien la brisa- sopla del sur, pensó Tum para sus adentros, y cada cual penso lo correspondiente a su propio designio, y no dejó de haber sol ni se cayó el mechero; pero Tut sólo estaba conforme a medias; lo del equilibrio del encendeor sobre el paquete de cigarrillos podía pasar, -naturalmente-, pero el sol tenía que ser ocultado; ¿y si nos fuéramos a la sombra? preguntó Amihaf con exquisita inocencia, tengo como calor; es que no has hecho tus ejercicios físicos, querida, le sonrió Net, date una carrerita y verás como te refresca. Esta Net siempre ordenando cosas, pensó Amihaf enojada para que todas la oyeran telepáticamente, y en voz suave añadió, es una idea genial; se levantó e inicio una lenta carrerita hacia la lejanía, pero en espiral y cada vez más rápida, más rápida, más rápida, en espiral cerrada o sea hacia adentro, y en menos de diez segundo la mesa y sus ocupantes eran el centro de un torbellino que estaba a punto de llevárselos por los aires, basta, querida, que te puedes enfriar, dijo a su pesar la bellísima diosa del arco y las flechas; Amihaf se volvió a sentar en su sillón como si nada, pero nadie pudo evitar que una espesa nube cubriera otra vez el sol.

Si estuviera aquí Maat ya vería esta fresca, suspiró Net hacia adentro, que es el modo de atenuar la telepatía, o al menos eso es lo que se creía antiguamente sin fundamento alguno; la realidad es todo lo contrario: introyentando las ideas y los pensamientos es como más lejos llegan y más rebotan; pero así se logra al menos confundir al recipiente de dirección; cosa por demás bastante inútil.

Un ave más bien pesada pasó graznando, sobrevolando casi la mesa: quien manda manda, sonrió Amihaf, pues todos comprendieron que Makrou aún era el regente; así que no les quedaba más remedio que someterse al silencioso entretenimiento de incordiarse por lo bajini, entre sonrisas y amabilidades. ¿El sol va a estar tapado todo el tiempo? Sólo el rato imprescindible a la emersión.

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M a n ú
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