Capítulo II

Tauin ( 6 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Toma nota, Tut, dijo Bes el enanito sentado en el borde mismo de su trono colosal de regente tridiurno, desde la considerable altura de 40 escalones, esa mala bestia de Net ha provocado un terremoto indebidamente. Con el debido respeto, señor, debo aclararos que el terremoto coincidió con la llegada del honorable señor de las montañas, Geb el altísimo etcétera etcétera, y que a lo mejor no fue Net quien lo produjo, sino esta otra mala bestia, y le guiñó un ojo a Geb que se hacía el dormido en un diván; por lo que no procede en buena lógica extender un acta notarial en la forma reglamentaria; es lo que yo digo, confirmó Amihaf con su proverbial inocencia, esta vez en túnica larga, ¿quién nos asegura que fue la patadita de Net y no las patazas de Geb quien provocó el terremoto, eh, qué? Bes pataleó con sus piernecillas en su sublime altura. No estoy aquí para escuchar excusas sino para gobernar los universos. Ahora mismo le voy a confiscar las flechas a Net, y sacó la lengua. No os lo es dado, oh Soberanía, gruñó Geb desde su diván sin abrir los ojos, porque yo tengo el monopolio de los terremotos y declaro bajo juramento que fui yo. Y de otra parte, añadió Mut soltando verdaderos relumbrones de pedrería fina, sabéis oh soberano de las distancias, que los atributos no se quitan, santa rita, santa rita, sino que son inherentes a la mismidad de cada cual, ¿o me equivoco?, éste por ejemplo, dijo con un vaivén de cabeza señalando adonde estaba Kir, que fumaba tranquilamente en su sillón mientras repasaba notas escritas, tiene el propósito de obsequiarnos con un apocalipsis, ¿y quién se lo va a impedir?, no se puede, y no se te ocurra quitarle el órgano de la catedral que es desde donde lo dirige, y encuanto a mí, os aseguro oh Soberanía que reaccionaré en todo momento. Tú limítate a jugar con las bolitas de tu palangana, nena, dice Bes, y no te metas en camisas de once varas. Contra su costumbre modosita Amihaf soltó una risotada con voz hombruna y se tapó la boca con todos los dedos de las dos manos ¡oh!

No hay nada que explicar, -esto es inexplicable-, los olímpicos son como son y no hay más vuelta de hoja; Bes es un enano que no llega ni al medio metro, pero su estatura mide exactamente la que media entre el cielo y la tierra; en cierto modo Bes es el Sol, compañero inseparable de Maat, aunque ésta le saca más de 1´80, y quiérase que no es tan regente como cualquiera cuando le toca el turno; existe el Protocolo, -de eso no hay duda-, pero "a lo divino", a lo esencial inmensamente más que a lo formal; Geb está tendido en el diván por obra y gracia de su real gana, y si no quiere abrir los ojos es su problema; en cuanto a Kir... hay un tabú que le protege, y se divierte haciendo apocalipsis de vez en cuando, cuando se revela conra alguna situación ineercial decadente; está en su derecho; y nada digamos cuando le da por tocar el órgano noches y días sin parar, y todo resuena entre las galaxias; hay que aguantarse. Para la profunda comprensión de este relato hay que sumergirse antes en el océano primordial, si no no hay manera, y chapotear hasta el arriba-océano-luz. No es mala idea, completó Tut su parlamento, y todos arribaron a las playas del Zam.

El día está magnífico como siempre; Bes hace castillitos en la arena; Mut está espléndida en su traje de baño negro brillante salpicado de estrellas diminutas rutilantes; y Amihaf de rojo intenso que contrasta como la sangre con su larga melena plateada; Geb y Kir pasean por la arena húmeda charlando de física y de filosofía; Geb lleva una gorrita blanca; al fondo frente al mar se abre y alza como un milagro la entrada al templo-caverna de todos los kristales, de donde procedemos todos; relampaguean los destellos desde su interior; no hace ni calor ni frío, no hay demasiada luz ni demasiada poca, la brisa marina es como corresponde a lo perfecto, la arena evidentemente es oro en polvo y silicio en diamante, el cielo tiene el color azul celeste de los sueños, y todo es como es debido.

¿Entramos? ¿Para qué? El templo-caverna de todos los kristales no suele ser visitado, tiene su propia vida, su infinitamente circular y esférico relampagueo de destellos absolutamente puros, taladrantes, obsesivos, vibrantes en todas las frecuencias de los universos, es la gran máquina; los espacios se modulan y superponen, y desde otro punto de vista es la urna de cristal donde reposa el durmiente, y el subsuelo de Virk bajo el Empíreo; no hay nada que ver allí sino hacia adentro, dice Geb. Kir le comprende; su amnesia voluntaria le divierte y le hace sentir curiosidades que de otro modo nunca sentiría, sonríe un poco y se imagina sólo un instante en el centro de un vórtice de luces discontinuas; retrocede y avanza relajado por la banda de arena húmeda fumando un dorado cigarrillo al lado de Geb que fuma un puro humeante como un volcán.

Mut está peinando a Bes con un cepillo; es el regente, hay que cuidarlo; tiene cara de niño de cuatro años pero es viejísimo, anterior a los universos; nació de un safari por centroáfrica, pero en un tiempo de diseño, anterior a que los mundos existieran; todo es posible, basta con quitar los límites; el ha preferido quedarse enano, crece por dentro pero no por fuera, y nadie puede obligarle a tener los treinta años que tienen todos los dioses, salvo Seth, que tiene 33. No es el más viejo, nadie sabe quién es el más viejo; se opina que Shou, pero es sólo una opinión sin fundamento; también son cuentos egipcios los supuestos parentescos, nadie es hijo de nadie ni padre de nadie, se llaman primos entre sí, por llamarse de alguna manera, pero no son primos ni nada parecido, pero a veces juegan a ser parientes y se llaman tito Shou y cosas así, todo en broma.

Les está vetado ser serios, pues morirían.

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M a n ú
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