Capítulo V

Tauin ( 22 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Hathor tuvo una ocurrencia: Dio un giro a su anillo y miró soniendo a Amón; y éste se convirtió en Mut, la antigua esposa de Amón. Divertida por el resultado de su experimento, miró a Keperer; y éste se convirtió en Upuat, simpático y anacrónico con su sombrerillo tirolés. Otra vuelta al anillo, y Knum pasó a ser Ukh, el antiguo dios del papiro, y actualmente de la metaescritura. Una última vuelta, y Pan se convirtió en Hiké, con una carta cruzada en la tira de tela que le sujetaba la tunicela al hombro izquierdo.

Ninguno pareció estar sorprendido de hallarse en el triclinio que habían antes ocupado los otros cuatro personajes desaparecidos, de quienes ellos mismos eran otros tantos desdoblados. Los dioses son como líquidos que se adaptan a las vasijas formales que los contienen, siendo todos igual y lo mismo: Como el éter y la masa, -fluidos trasvasables, (la masa en forma de energía)-. Hathor siguió charlando sola como si nada hubiera pasado. ¿Cómo sería posible hacer en este Universo política sin estrategia? se dijo en voz alta para sí misma; no se me ocurre más que convocándote, querido rastreador, (se dirigía a Upuat), y a vosotros también, queridos, entendieron Ukh y Hiké; ¡hace tanto que pasó la época de las palabras univalentes...! dijo como en un suspiro; aquellos raros tiempos de la Razón, ese caracol sin retroceso..., ¿los recordáis...?

Los nuevos pusieron caras de no acordarse. Sí, aquellos en que las mentes marchaban al revés, desde lo concreto a lo absoluto, desde lo discontinuo a la nada de nada; no se conocían entonces -o sólo apenas- la continuidad y las burbujas; fueron tiempos muy efímeros y no es extraño que no los recordéis.

Si se me permite un inciso, joven querida, sonríe Mut, no es posible recordar una burbuja paranoica como aquélla más que como un chiste, un ditirambo a la enanez, -y que Bes bendito me perdone-, una obcecada obsesión por no ver lo evidente, con pretensiones de hacerse eterna; yo me río mucho al recordarlo.

Luego, ¿lo recuerdas? le pregunta Upuat. Ya estamos con los silogismo, dice Mut con un cierto reproche de dulzura; no lo recuerdo, me lo imagino. Aquello no era pensar, era mirar con ojos desorbitados para no ver y así engreírse. El aislacionismo tiene esas cosas; se hacían extrapolaciones como quien lanza piedrecitas a la luna con un tirachinas; y no se ignoraban las distasncias, que es lo primero que hay que ignorar. Fui muy difícil aplicar delicadamente algún tipo de cirujía a aquellas mentes prisioneras de sus ojos, y liberarlas; difícil y complicado, -si se sebreentiende que este tipo de operaciones se hacen de un manotazo-, y no fue Amón, precisamente, el encargado de practicarlas.

Claro que no, dice Hiké y puntualiza, fuimos los dioses de todos los pelajes y procedencia quienes armamos la trapatiesta, cada cual a su modo, forma y manera, pero todos unidos en un mismo quirófano. Ukh iba tomando notas, primero en una libreta y después en el aire y después en ninguna parte visible.

No se te olvide dejar buena constancia, querido Ukh, le recomendó Hathor. No te preocupes, divina, que no me pierdo ni una coma. Ukh escribe extrañamente sus originales, de los que luego salen las copias y los desdoblados, -que son como las copias, pero cada uno con alguna variación-; se les solían llamar a éstos "universos paralelos", pero no eran paralelos más que muy a primera vista; en realidad se trata de lo inverso al cálculo de probabilidades, resumió Hathor para su coleto. La metaescritura ha existido desde siempre, aclara Ukh, al igual que el metalenguaje y que el metaconocimiento; todo consiste en dejar marcas para que puedan ser interpretadas a la luz de los prejuicios. En la era a que te riefieres ocurrió lo mismo, -como siempre-, se rindio culto supersticioso a la objetividad, a la "Verdad", -(si Maat me oyera me estaría dando la razón hasta con palmadas)-; en el exterior se oyó un blando aleteo de murciélagos que sonaron a palmadas; a "su verdad", a unas "verdades" que cambiaban a cada década, travestiéndose y pintarrajeándose cada vez más, y siempre a la greña unas con otras.

En cierto modo tú fuiste el culpable, le acusa Mut cariñosamente. ¿Yo?, yo fui solo TU AYUDANTE, que no es lo mismo.

M a n ú
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