Capítulo I

Tauin ( 2 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Bueno, ya estoy aquí en persona y realmente, dijo Neftis sacudiéndose una inexistente mota de polvo en su hombro izquierdo desnudo, diferentemente al otro que era el que le agarraba la tunicela plateada hasta medio muslo moreno. Naturalmente era pelinegra, tirando a italiana. Venía acompañada de Min el obsceno, también moreno él pero más tirando a negro, del heroico Tatjenen y de la riquísima Renenet, dueña de todos los zafiros. El cuarteto venía de haber bailado hasta casi reventar en una discoteca imaginaria, y pasando después, para descansar un rato, en el auditorium del Empíreo, a oír devotamente la tocata y fuga de Bach, la flauta mágica de Mozart y algo de Puccini.

¿Y los otros? preguntó Min a Makrou, único apenas visible en el inmenso salón de conferencias. Ni idea fue la respuesta. Pues habrá que pensar algo, dijo Neftis sentándose educadamente con las rodillas juntas hacia un lado en un sillón de espuma y nubes, como... como... por ejemplo... y se sacó una agenda del sostén; resucitar a alguien..., estructurar alguna síntesis..., utilizar, utilizar es buena cosa, invadir algún país, condensar la información del mundo entero en una sola molécula y guardarla, absorber, fructificar, donar o mutar. A mí no se me ocurren más cosas. Renenet, más prudente y sonriente, propuso con cierta timidez arruinar a alguien y otras posibilidades de tipo economicista; pero Tatjenen, el héroe, no quería más que cosas muy difíciles. Finalmente se decidió que lo mejor sería pensárselo un poco más. Sirvieron copas. Bueno, las copas se sirvieron solas, por sí mismas, apareciendo en el aire, al alcance de las manos displicentes. Hay que tener en cuenta que estamos en el futuro, a eones luz de todo lo conocido y por encima de la causalidad efectista. Durante miles y decenas de miles de años se procuró que los trucos no se notaran, pero al fin y al cabo seguía siendo un fingimiento, un escamoteo del cablerío.

Ahora es ya distinto. ¿Tú qué crees? dijo Neftis a Renenet por decir algo. La diosa se encogió de hombros. Ahora la realidad emerge directamente del deseo y se plasma cuando y donde se quiere sin más historias. Renenet trabajaba de secretaria en una agencia de publicidad; se hacía la pobre; Neftis se repartía a medias entre prostituta en jornada reducida y ama de casa. Tatjenen era un simple mecánico y Min un yupi ejecutivo por las mañanas y cobrador del gas a media tarde, -los días que decidían que hubiera día, que cuando no, la noche podía durar cienmil años-. Todo depende del humor que se tenga, dijo en un rapto de elocuencia el poderoso de voz -o sea Makrou- que con un gesto de su mano olímpica transformó el salón inmenso en una salita acogedora del tipo veneciano clásico. ¿Me perdonarás si te quito de este hombrito otra motita de polvo? preguntó Min a Neftis que estaba entonces en la zona de intersección entre prostituta y matrona austera. ¡Aparta esa zarpa so indecente! fue la digna respuesta de Neftis que de pronto y sin saber por qué se acordó de Amentet con un leve escalofrío. Amentet, como todo el mundo sabe, es la diosa de la muerte, la fugitiva, la reidora, la reina del reino verde, la que gusta de ser amada sobre el polvo negro, árido y yerto. Min se reportó circunspecto con el complejo típico del escolar cogido en falta. Sonrió como lobuno. Tenía en la solapa izquierda de su impecable traje inglés un diminuto látigo de oro. Por su parte Renenet no llevaba más joyas que un zafiro del tamaño de una ciruela en su dedo índice derecho, y Neftis iba normal, con abalorios de bisutería.

Entre olímpicos la reproducción no existe pero existe encambio la re-re-re reproducción, -la capacidad de transformarse en quien le dé a uno la gana-; pero el númerus clausus es inviolable hasta que deja de serlo por consenso o por órdenes de Más Arriba. El último nacido en la vieja época quizás fue Bes, el enanito, venido de centroáfrica tras un safari enloquecedor. La Historia no les gusta a esta gente, porque es demasiado rígida y pincha en las esquinas. En vez de Historia tienen Paralelismidad, que viene a ser lo mismo pero a la carta.

Desde luego que es de idiotas dijo Amón atenerse a ningún pasado. Y que lo digas dijo Tatjenen; yo estoy hasta las narices de las heroicidades que hay que hacer para doblarle una esquina al Tiempo. De eso es de lo que me quejo dijo Neftis acordándose de la escenita que Seth le obligó a hacerle a Xir; queda una marcada para toda la vida por una insignificancia coyuntural, -desde entonces puta-. No tanto, por favor, no tanto, mujer, sosiégate, dice Tatjenen, tú no eres más que una pobrecita víctima, y le quitó la mota de polvo del hombro con un besito. Neftis le acarició agradecida el fuerte pelo castaño. Ya sé que Xir me ha perdonado, lo sé, lo sé, no puedo ni dudarlo, pero aun así, -él es siempre tan silencioso...- Los demás miraron para otra parte y olvidaron sus palabras.

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M a n ú
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