Capítulo I

Tauin ( 3 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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El movimiento se demuestra andando, dijo Tatjenen después de un largo silencio durante el cual los cinco visibles libaron sus copas, -rojo y azul el brevaje de la de Renenet, blanco con esferas doradas el de la de Neftis, verde y ámbar en bandas sinuosas el de Tatjenen, violeta y rosado la de Min, y color noche estrellada la de Makrou-. Las bebidas actuales se basaban remotamente en la ambrosía de los olímpicos griegos, pero adaptadas a las nuevas técnicas de decantación y maduración de energía psi: Bebían en realidad sentimientos combinados con ideas-fuerza, coloreados por la intersección de las distintas funciones de onda elegidas, -o ni siquiera "elegidas" sino coherentes con el designio que cada cual empezara a formularse-. Tatjenen evidentemente se había propuesto superar la succión retrógrada que las últimas palabras de Neftis habían incoado hacia un remoto pasado mítico; Min reflexionaba en la autocreación del espíritu, que era en el fondo su función principal y la razón de ser de su destino; Makrou se sentía responsable y optó por un receso de cielo antiguo y lento; en tanto que Neftis ansiaba casi desesperadamente mutar y transformar el pasado en abstracción; y por últimimo, Renenet se preparaba para kristalizar la experiencia.

Todos sabemos que detrás de las apariencias posibles y confusas se halla la plasticidad del deseo autónomo, dice Makrou, exento de condicionamientos; y una modulación particular recorrió el ambiente; el deseo no es entonces aún voluntad sino vago sueño y principio de movimiento, Kaos en sí, posibilidad deslizante hacia lo que haya de ser por sí mismo. Reparación de la Nada es su propio nombre, apuntó Renenet un tanto insinuante, tal vez podría... La luz del ambiente se oscureció hasta el rango de tinieblas discontinuas cruzadas por los grises indefinidos; el aire se densificó; una mañana cualquiera -Neftis abrió sus ojos que había tenido entornados- te parece que algo te está llamando, y que tú estás demasiado inmóvil para responder; pero lo piensas y lo adivinas, y la luz empieza a volver, -las tinieblas se hicieron algo más tenues y el aire algo más ligero-, pero no continua, sino en hilos como de araña. Makrou alzó un poco una mano y entre sus dedos apareció un humeante cigarrillo, fumó, y una esfera ingrávida comenzó a elevarse lentamente frente a él como un globo etéreo con paisaje interior insinuado. Todos miraron hacia adentro y vieron sus propias almas traducidas a colores y formas. Era la manera de trasladarse sin moverse a la Bóveda del Destino en el tiempo en que Aquí y Allá es ya lo mismo y Antes y Después es sólo un punto ambiente. Cada cual vió una superficie curva y lisa intensamente dinámica, donde coleres y formas se interrecorrian y se traspasaban sin mezclarse. El Orden es perfecto cuando se quiere, opinó Makrou, exento y libre, sin mecánicas condicionantes. Lo contradictorio del vano sueño que alguna vez fue llamado Libertad, completó Renenet tomando al vuelo la frase. El Orden responde a causas inaccesibles, dijo Min mirando a Neftis, que están dentro del Orden mismo. Esa es mi esperanza, suspiró Neftis a su vez, lo único que me sostiene como hermana de mi hermana. Hubo otro silencio.

Infinitas son las historias que pueden componerse con los mismos elementos, dice lejana la voz de Makrou, infinitas y traducibles, añade Renenet pensando en el orden íntimo del zafiro, y a cada paso hay una opción, una Puerta, como diría Háiar dice Min, y en todos los ámbitos una diferencia, añade Neftis, y un color predominante, apostilla Min; nada tiene por qué ser lo que fue ni por qué haber sido, dice Makrou retomando la palabra, una vez y siempre es ya lo mismo, pero siempre es ahora y ahora es libre, es Ordenado, es Ello Mismo.

Tatjenen sonrió, y del brillo de sus dientes surgieron las galaxias, las luces que recorren centelleantemente inmóviles los cielos y los mundos, vieron trenes deslizándose veloces por llanuras interminables, vieron torrentes cayendo en lenta celeridad por agudos cauces en línea quebrada, vieron rodantes bielas en frenéticos girar, vieron calles populosas aceleradas, multitudes cruzándose sin sentido por todas partes, prisas, desalamientos, precipitación, urgencia, ríos efímeros y continuos insersectados, yendo espantósmanete rápidos a ninguna parte. El movimiento se demuestra andando, repitió Makrou, pero ¿para qué?

Dio una segunda calada a su cigarrillo, y la esfera etérea mostró un paisaje de montañas inmóviles, dormidas al parecer en la eternidad, nieve en las cumbres y verdor apasionado en las laderas y en los valles. Las águilas vuelan lentas, observó Renenet, lentas y plácidas, puedo ver a través de sus ojos; y todos vieron el paisaje deslizándose a sus pies, irregular a trechos y monótono en un siempre más allá del horizonte, vieron el mar, humo azul denso y aplastado, reventando en la orilla en espuma blanca, y nuevas tierras, y nuevos mares, y nubes veloces entrecortadas por claridades y oscuridades intermitentes como el frenético destellar de un espectáculo sicodélico, -son los días y las noches explico Makrou, los años y los siglos y los milenios; todos lo entendieron-, y el águla seguía volando, indiferente y atento a la más mínima señal.

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M a n ú
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