X. EL SUFRIMIENTO

 

Pareciera ser que el sufrimiento humano no se puede transferir a otros. Es más, el que sufre lo hace en forma individual, único y desamparado. Aun cuando se intente transmitir este sentimiento, este dolor que traspasa mas alla del cuerpo (debido a que involucra los sentidos, la respiracion, el corazon e incluso el alma), el oyente jamás lo experimentará de igual manera. Esta imposibilidad se basa en que el hombre es un ser individual y responde al sufrimiento en forma privada, única y aparentemente solo. El sufrimiento traspasa todo y como se vive en forma individual, aunque se viva en pareja, es decir aun cuando ambos se enfrentan a una misma esperiencia, el dolor se vive separadamente, en impacto, profundidad y tiempo. El luto es privado, y es en algunos casos insuperable. El dolor profundo, como la muerte de un hijo solo puede ser sobrellevado a la luz de la fe y no a la luz de la desesperación, para el caso de los no creyentes.

 

El hombre sufre de variadas maneras, incluso no consideradas por la medicina, ni siquiera en sus diversas ramificaciones. El sufrimiento es algo más amplio que la enfermedad. Una cierta idea de esto viene dado por la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral. Esta distinción se basa en el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento. El sufrimiento moral es dolor de alma. Es el dolor espiritual.

La Biblia nos presenta el sufrimiento en varios pasajes. Desde el Antiguo Testamento ya nos muestra el inmesurable sacrificio de Abraham con su hijo Isaac, la gran agonía del fiel Job; el llanto imparable de Raquel por sus hijos, etc.

El hombre sufre cuando experimenta una adversidad a la que no tiene poder de control. Las cosas pasan sin que el hombre sepa porqué aunque si lo sabe Dios. En el vocabulario del Antiguo Testamento se pone en evidencia como identidad la relación entre sufrimiento y mal para si. Así pues, la realidad del sufrimiento es cuestionada por la esencia y sentido de la adversidad.

No hay bien que no venga producto de la inspiración del espíritu santo. El hombre tiene libre albedrio por gracia divina y "hasta que no llega a encontrarse definitivamente con su bien último que es Dios mismo, la libertad significa la posibilidad de elegir entre el bien y el mal"(Catecismo de la I. Católica #1732).

El hombre sufre a causa de un bien del que él no participa, del cual es en cierto modo excluido o del que él mismo se ha privado. Sufre por la existencia del mal que está siempre referido, de algún modo, a un bien que se creía constante. La ultima frase de la oración de Jesús "y libranos del mal" nos da a entender el mal no como conclusión abstracta sino como satanás o el ángel caído.

Muchas veces nos hemos preguntado ¿porqué? del sufrimiento ¿porqué Dios permite el sufrimiento? Aunque esta sea una pregunta acerca de la causa, debiéramos preguntarnos acerca de la finalidad (para qué). Dios sabe que sufrimos y no solo eso, él sufre junto a nosotros, y si permite el dolor es por razones que no nos está, por ahora, permitido comprender. Solo el género humano tiene consciencia de su sufrimiento y sufre más profundamente si no encuentra una respuesta que lo satisfaga, causándole angustia y desolación. Esta pregunta no tiene respuesta más que desde el punto divino, y esto es que el sufrimiento acrisola el alma porque a mayor sufrimiento mayor es la pureza del amor a Dios. El sufrimiento humano viene dado por la libertad que nos permite hacer daño. La libertad nos permite aprender la maldad. Desde el punto de vista divino, Dios nos otorga esa libertad por amor y por lo tanto estaría mal planteada la pregunta sobre porqué Dios permite el sufrimiento. Solo la voluntad obtenida por amor permite la libertad de elección y por lo tanto, de decisiones imperfectas que afectan a otros. El hombre es el propio causante del sufrimiento y Dios no interviene justificado por el amor, porque sino, intervendría en la voluntad y por lo tanto en nuestra libertad.

Para muchos, el mal, está vinculado al pecado y a la muerte, pero ésta es una visión sesgada. El mal pertenece al maligno puesto que en Dios no existe mal, pero el pecado es muerte al alma, puesto que toda ofensa se infringe contra si mismo y contra el prójimoÖ, y en sí mismo, el pecado deja una marca en el cuerpo y en el alma, que la mortificación logra limpiar por ser el antídoto del pecado, ya que está llamada a quemar todas las imperfecciones del alma hasta cristalizar el cuerpo. La muerte, por su parte, es una transición que hay que pasar “preparado”, puesto que ya estamos viviendo la eternidad, pero algunos para su salvación y otros para su condenación según sus actos. El sufrimiento, no tiene que ver con el pecado ni con la muerte, sino con el amor. Solo el sufrimiento cristaliza el amor ya que sin dolor el hombre no se refiere a Dios. Todo dolor que vive un alma es una oportunidad para acumular tesoros en el cielo cuando se ofrece a Dios, y siendo así, el Señor manda la fuerza para soportarlo; por el contrario, es decir sin Dios presente, el dolor es vacío y sin propósito, y pasa a representar una carga muchas veces difícil de soportar.

De modo parecido sucede cuando se trata de la muerte. Esta muchas veces es considerara incluso como una liberación de los sufrimientos de esta vida. Mientras el alma inmortal vuelve a Dios, el cuerpo es sometido a una gradual descomposición según las palabras de la biblia "Polvo eres y en polvo te convertirás". Siendo la muerte el paso para encontrarse con la divina misericordia de Dios, ésta es aveces mirada como la culminación del mal.

 

Jesús libera al hombre del pecado y de la muerte. Borra de la historia el dominio del pecado que se ha radicado bajo la influencia de Satanás desde el pecado original, para darle al hombre la posibilidad de vivir en gracia santificante. Quita también el dominio de la muerte, abriendo con su resurrección la promesa de la resurrección de los cuerpos.

El sufrimiento conlleva a la vez un sentido sobrenatural y un sentido humano. Sobrenatural, porque contempla el misterio de la redención del mundo, y humano, porque en él el hombre encuentra en sí mismo, su propia humanidad. El sufrimiento es parte del misterio de la redención del mundo, pues es la expresión máxima del amor de Jesús a la humanidad a fin de querer salvarla del abismo a la que corre desenfrenadamente. Por medio del sufrimiento se nos entrega un mensaje claro, que podremos llegar a él cuando dejemos nuestra voluntad humana para pasar a vivir con su voluntad divina, es decir, cuando vivamos con su voluntad en la tierra como se vive en el Cielo