Capítulo XIII

Tauin ( 56 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Todos los dioses atlántidos acudieron a la gran ceremonia de entronización del Buey Apis -(conocido más familiarmente por el sobrenombre cariñoso del "Vampiro Gordo", a causa de haberse vestido de vampiro en una antigua fiesta de disfraces y de estar bastante rellenito)-, dios encargado de la Divina Providencia del Destino y de las sorpresas que da la vida, así como de la Dinámica Universal entre otras cosas, para una fase de 34 días. De buey no tiene Apis más que la fama y una cabezota más bien cuadrada, aunque siempre lleva en algún adorno de la cabeza o de la ropa los dos cuernitos del Mito Táurico que es lo que él representa al alimón con Hathor, la diosa del Amor.

Apis está sentado en un trono de oro resplandeciente que le ha regalado Ra para la ocasión, pero necesita un Primer Ministro de quita y pon, un Regente para cada tres o dos días. Así que mira como distraido a la concurrencia y se pone a jugar a "olina olana, cajón de manzanas, una y dos, a tí te tocó", y le tocó a Menes, soberano faraónico de las Dos Tierras, Unificador de no sé cuantas cosas, Primero de la Serie, Portador del Supremo Módulo, etcétera etcétera, y con sus 30 años de edad como todo el mundo y el ropaje adecuado a la magna celebración. Todos iban de tiros largos, muy en especial la diosa Bast, señora del Mundo Nuevo, que había estado rebuscando en el armario algo verdaderamente impactante, -un traje de leona o algo así-, y que a la vez fuera muy futurista, -lo cual está obligando al encargado del vestuario de la película a estrujarse los sesos diseñando modelos y más modelos que sean adecuados a una nueva civilización totalmente diferente de la anterior y que a la vez recoja todas las elegancias habidas y por haber-; Ra también va que parece un Sol; Ptah, el de la Voz Tonante que fue el que creó al Universo Antiguo es el único que va un poco de más clásico, pero Keperer, el Rodador de Mundos, va que no se parece a nada visto hasta ahora, aunque eso sí: con su escarabeo de siempre, de oro color verde lapislázuli, que no se quita ni para dormir, en forma de casco.

Displicentemente Apis se levanta de su trono y se despide de la audiencia con un vago gesto de su mano, la guardia imperial le rinde honores; sube a un palanquín portado por cuarenta porteadores como está prescrito -(¿De qué color? Da igual; basta conque sean gente robusta y que vayan también seis tías guapas)-, y sale del inmenso salón por la puerta grande, que como es de esperar naturalmente sus dos hojas son de oro macizo. Vaya, dice Menes tras los usos reverenciales ceremoniosos y de la salida mayestática de los dioses que no tienen vela en este entierro; o sea, que se queda con Ptah, Keperer, Bast y Ra, ¿y qué iban a hacer ellos cinco en un sitio tan grande? Así que se fueron a tomar copas a una recoleta cafetería que hay por allí cerca.

Ustedes me dirán, dice un camarero etéreo y de diseño -un robot de plasma electrostático-; yo mido uno setenta y cinco, dice Bast; y yo dos diez, dice Ptah; pues yo me quedo en uno ochenta, dice Keperer, y éste, dice señalando a Ra, échale un par de centímetros más. ¿Y el señor Menes? Uno noventaicinco con tacones, dice éste. Ustedes... ustedes ME dirán lo que quieren tomar. Lo de siempre, dice Menes. -(O sea, néctar de diversos colorines)-. ¡ Como las balas ! Y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba todo, y hasta encendieron sendos cigarrillos. Una civilización que se precie de ser realmente nueva, dice Menes, ha de contar antes que nada con algo que la distinga de la que viene a sustituir. ¿El Buen Humor? sugiere Bast. No estaría más; el humor es un rasgo mental escasamente cultivado en los anteriores protocolos, tal vez porque el vector en que todos se apoyaban era el descendente -la Pesantez-, pero ahora nos hallamos inmersos en la Ingravidez, -cinco dimensiones y no solamente cuatro : largo, ancho, peso y tiempo-, la Ingravidez nos permite evolucionar a nuestro antojo, sin perder por eso los puntos de referencia.

El Buen Humor es una flexibilización de todos los parámetros mentales, dice Bast, -la asumción psíquica de la Curvatura, que al no estar ya Afuera, ha de estar necesariamente Adentro-. Indudablemente, dice Keperer, el Ideal de nuestra civilización es la Sutileza Desmesurada, empezando por el idealismo filosófico metacientífico y metafísico, y alcanzando a todos los aspectos aparienciales de la sensorialidad. Está clarísimo, dice Bast, nada de burdas tosquedades horizontalistas, pardiez, nada de eso, sino interpretaciones de lo más excépticas a la corta y de lo más trascendentales a la larga. ¿Y si nadie le coge la mística al discurso? objeta Ptah; Tanto mejor, responde Ra radiante de luminosa simpatía, "Mística" es exactamente la palabra, Misterio y Trascendencia, divertimento ágil y plácido en la consecución del objetivo.

La creación de estructuras mentales nuevas, dice Ptah dándole un sorbito a su copa y una fumada a su cigarrillo, en el espaciotiempo sin metro ni reloj que hemos construido, tiene la ventaja de poder ubicar sus partes diversas en no importa qué lugares y épocas alejados entre sí, de tal modo que todas sus funcionalidades son trascendentes y metafísicas, reales y verdaderas, no agobiadas ni por la estrecha duración ni por la estrechez del espacio de la superficialidad (que son en realidad todos los espacios), sino que responden tales estructuras a los más sutiles íntimos deseos que podamos albergar en nuestras mentes, ya nuca más rígidamente anguladas ni trianguladas. Absorto me dejan tus palabras dice Menes, el principio de contradicción ha saltado por los aires, -Y el de identidad, y el de tercio excluso, no te olvides, dice Keperer-, y ésos también, y ya para nosotros el Absurdo no es un riesgo ni un temor, sino la praxis de vencer al Imposible-.

Hurra y bravo, dice Bast al cabo de la calle, desde siempre ha sido igual para las mentes verdaderamente lúcidas; cambian las apariencias de las cosas para la observación ocular, pero no para la observación mental : las cosas son siempre LAS MISMAS, y sus posibilidades están siempre presentes, se las vea o no; es en la mente y no en el mundo donde ocurren los cambios, y es en la mente donde se produce el Buen Humor, ¿o habéis visto algún árbol que lo produzca?; Buen Humor no es más que flexibilidad en la angulación. Algo muy serio, desde luego, dice Menes reflexivo, y muy terrible si bien se mira.

Lo terrible del Buen Humor es su iconoclastia, dice Bast sonriendo, su feliz y encantadora capacidad destructiva de la Rigidez del Paleoplástico, que no afecta a lo respetable cuando éste es verdadero y no un pegote; el respeto a Lo Invisible no se pierde nunca, -porque continúa siendo perceptible para la mente y es una Presencia-, pero a los ídolos de barro crudo no hay por qué seguir dándole una consideración respetuosa que no merecen, ¿no creéis? Yo al menos así también lo creo, dice Menes, la Idealidad es inatacable, pero la materialidad -ni por más cursi que sea- es atacable perfectamente y debe serlo. Lo que no Resiste es que no Vale.

Está lo Delicado, dice Bast, ese espejismo glorioso que se posa alguna vez en la materia, -no corre peligro ni aunque su materialidad sea destrozada-.

Lo Delicado es un poema escrito en un papel, y seguirá existiendo aunque el papel vuele en cenizas, dice Ra; el Mundo Ideal, que es el nuestro, viene existiendo desde siempre y para siempre en torno a la Consciencia Elaborada.

Muy bien dicho, dice Ptah.

M a n ú
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