Capítulo IX

Tauin ( 39 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Después de beberse la copichuela de néctar Horus se levantó de la tertulia y se dirigió a los ascensores. En principio puede parecer extraño que una neta y simple cafetería tenca cinco ascensores, pera ésta los tiene, porque nos hallamos en la Atlántida, -y en la Atlántida hay de todo-, y porque así lo exige el guión; pulsó el botón del penúltimo ascensor (contando de izquierda a derecha) y no tuvo ni que esperar, sino que la puerta se abrió al momento, y entró dentro. Miró adonde los botones para marcar el piso al que quería ir y estaban casi en forma de teclas de teléfono, -1, 2, 3, 4 y 5 arriba, y 6, 7, 8. 9 y 0 debajo-, que es más cómodo para teclear; así que marcó el piso 31416, prefijo 0301030, y el ascensor empezó a subir como una seda; en pocos segundos llegó a la azotea del edificio y era ya media mañana, por lo que se encontró a Ra tomando el sol en la amable compañía de Amentet, Bai y Geb, ante sendos refrescos del consabido néctar.

Se sentó en el sillón vacío, de blanco plástico nebuloso, sin decir ni pío, y se puso a escuchar conjuntamente la lectura del libro que en voz alta leía Geb, que trataba de neurotransmisores y antigravedad. El libro no era ni de papel ni de nada similar o parecido, sino de electricidad estática de color blanco azulado, pero tenía hojos como un libro normal. Y así el glutamato crea canales iónicos, lee Geb, entre los axones y las dendritas. Se detuvo y bebió un sorbo de su refresco dorado, rojo y verde, y se enjugó los labios con el dorso de la mano. Hay que ver la de gente que vive del cuento, dice Amentet, -la diosa de la Muerte como es sabido-, repitiendo como papagayos cosas que pueden ser verdad y no haber ocurrido nunca. ¿Lo del glutamato?, dice Ra; No, lo de los canales iónicos, dice la diosa de los pre-muertos. ¿Y si se tratara, dice Horus, de una renovación de las bases del sistema?

Los otros se quedaron como quienes ven visiones. Hay un protocolo, dice Geb, que no debe ser cambiado; ¿Y es?, pregunta Horus; El protocolo consciencial selectivo, dice Ra: las bases de la realidad son las bases de la realidad, y no hay más vuelta de hoja; Cierto y verdad, dice Bai, pero se pueden renovar también perfectamente como a todas sus consecuencias; ¿Qué estás entendiendo tú por "renovar"?, insiste Ra; Renovar es Renovarse, -renovarse o morir-, es lo que se dice, ¿no?, dice la de la muerte. Y eso implica el criterio de la selectividad, añade Horus para no quedarse corto: Renovarse es reelegir un conjunto operativos de elementos, diferentes al anterior y más idóneos.

Me parece que tenemos cambiados los papeles, dice Ra: Lo de seleccionar le corresponde a ésta, (se refiere a Amentet), dice consultando una liberetilla de notas; lo de renovar me corresponde a mí; lo de protocolizar le compete a Bai; lo de conscienciar es ahora el curro de Geb aquí presente; y lo tuyo es lo de ascender, Horito. (En realidad Horus debería tener sólo quince años, y ser un adolescente como es debido; pero no, -treinta años como los demás). A este paso voy a tener que sentrime un poco ridículo, dice el muchacho, como un retrasado mental. Las apariencias engañan, querido, dice la Muerte, tú sé como eres y renuévate cada mañana, que con eso basta; ¿por qué te crees que hemos elegido los treinta años paradigmáticos, sino para permitirnos el lujo de sintetizar todas las edades mentales, físicas y biológicas?

Aquí lo importante, dice Geb, es darse cuenta de lo que ocurre y sintonizar de tal forma con lo que ocurre que lo que ocurra sea un efecto coherente con la voluntad gestáltica, -al menos eso es lo que dice el protocolo-. O sea, que la individualidad ha terminado, dice Amentet, y ha comenzado el reinado de la organicidad indefinida. Me parece bien, acepta Horus, pero a condición de que la organicidad sea superior al conjunto de sus partes. Siempre lo es, infiere Ra, se quiera o no se quiera; y ése es el problema de la matemática horizontalista, que es falsa por simple y puro y duro organicismo. Y tanto, le refranda Bai, dos y dos nunca son cuatro, sino un cuarteto, que añade a la cantidad una verticalidad que le era ajena e inaccesible.

Si unimos las matemáticas con el psiquismo y con la física tenemos una buena síntesis, que es lo tuyo en tu pleito con Seth, y una visión ultralógica muy útil que supera y se superpone a la chata racionalidad, concluye Ra. A veces el glutamato da resultados sorprendentes, chistea Geb, por lo de la sinapsis de marras; los canales iónicos nos sirven aquí para superponer astutamente a la red sináptica una red iónica, y pensar así en términos metabiológicos. Y me gustaría ver la cara que pondrá Menes cuando se entere, completa con una risa de conejillo. Todos estamos uncido al mismo remo, dice la Muerte con la metáfora más cursi que se le ocurre, al mismo barco, a la misma empresa; yo mato a la gente para renovarla y seleccionarla, protocolizarla, ascenderla y no sé qué más. Y para conscienciarla, mujer, para conscienciarla, dice Geb.

Eso, dice Ra dando su veredicto, la conscienciación es la clave de todo y en todos los órdenes, -matemático, físico y biológico-, pero sin confundirse ni entenderla en su mínimum intelectivo, sino en su verticalidad englobante y expansiva, en inocencia: con idéntica sabiduría a la de la materia dormida.

Cuando te pones en plan sabio, hijo, parece que estamos de luto, dice la de la Muerte, mirad vosotros: existen correspondencias entre la inocencia y el éxito; entre eso que dice éste de dormir y el pensamiento metarracional; y no digamos entre la permanencia inextinguible y la idealidad perfecta, sana y risueña de los niños chicos de verdad. Claro, mujer, es lo que yo digo, le asegura Horus, dejarnos de parábolas matemáticas y pasarnos a la hipérbola.

Por supuesto, amorcito, dice Amentet, la parábola sube y baja; la hipérbola no hace más que subir; y el truco está en saber cuándo y en qué momento hay que pasarse de la primera a la segunda, -en mentalidad, en biología, física y en todo lo demás. Para ser la diosa de la Muerte estás muy puesta en cosas de la Vida. ¿Pero cuándo te vas a dar cuenta, hombre, si es todo lo mismo!

M a n ú
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