Capítulo VI

Tauin ( 24 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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¿ Hmmm ? se preguntó Hiké, ¿ y ahora qué hago ?

Se había quedado solo; los demás habían desaparecido. Voy a rezar un rato.

Todavía tenía el sombrerito tirolés, las sandalias del dios Mercurio y la tunicela blanca agarrada al hombro izquierdo. ¿Y cómo voy a rezar con esta facha? En la Atlántida del Futuro, -la única verdadera-, como todo el mundo sabe, se reza o bien de pie o bien sentado, porque el rodillazo sólamente se da al entrar y al despedirse; y encuanto al sitio, es lo de menos, porque uno hace así con la mente y ya está; así que eligió un templo en forma de piscina y selva virgen, y al mismo tiempo que nadaba podía hacer sus oraciones, ¿pero a quién? Éste era el problema, el que un dios no puede rezarle más que a un colega. Puedes rezarle a una vaca, le transmitió telepáticamente Hathor con una risita y una imagen mental tetradimensional de todas las vacas del mundo, empezando por las vacas suizas idealizadas en forma de leche condensada y de queso fresco.

El problema de Hiké era la Fe: Tenía Fe, pero no tenía donde ponerla; así que todo el tiempo la llevaba encima. Ya podía aparecer alguien en quien creer... ¡¡¡HORROR!!! -en el borde de la piscina había aparecido un escorpión-; era la diosa Selkis, desde luego, pero así en cruda no tenía buen aspecto. ¿Cómo tú por aquí? le preguntó Hiké sosteniéndose en el agua. Pues nada, respondió el escorpión, que pasaba por aquí cerca y me dije, voy a ver a éste, y aquí estoy.

Pues ponte mona y transfórmate en algo más razonable. ¿En elefante? Ya tú me entiendes. Bueeeeeno; y el escorpión correteó hacia un arbusto y salió por el otro lado transformado en Eva. No tanto, mujer, ponte algo, que ahora estoy rezanndo. La diosa se sacó de su espesísima melena un dos piezas y se las puso. ¿Estoy ahora mejor? y dando un salto inaudito se lanzó a la piscina. No te fíes, dice ahora una morenaza que también salió de detras del arbusto, no te fiés de las circunstancias, -(era Amentet, la diosa del reino de los muertos)-, y, pensándolo mejor rectificó: no te fíes de las apariencias; y dando un salto de estilo se lanzó a la piscina, porque ya llevaba su bikini puesto. Un rayo de sol un poco raro se zambulló en el agua viniendo de lo alto, y cuando reflotó era nada menos que Sokari, -(aquel que siempre va en trineo por no se sabe dónde normalmente)-, pero en forma más normal de treintiañero de pelo azul oscuro.

Falta alguien, pensó Hiké. ¡¡¡LA ULTRARREALIDAD!!! contestaron los otros tres a coro. ¿Y cómo se puede manifestar la Ultrarrealidad en Persona?, se admiten sugerencias. Cada cual nadaba por su cuenta, aunque el más transfigurado de los cuatro parecía ser Sokari, que era el más rápido. A lo mejor es alguno de nosotros, -o los cuatro a la vez más bien-, dijo Selkis penetrante. Ya te dije que no te fiaras de las apariencias, dijo la morena de los muertos dando bandazos al estilo mariposa, porque ya no somos entidades individuales sino múltiples.

Vaya forma más rara de rezar que tiene ésta, pensó Hiké interiormente; vano intento, ya que el interiormente llega a todas partes. Es mi oficio, dice Selkis: hago túneles. Ahora es la Ultrarrealidad quien nos gobierna, -que estás en los cielos, santificado sea tu nombre-, les explica Hiké a los otros sin dejar de dar brazadas, y por tanto toda coincidencia con la realidad es pura coincidencia.

Exacto, dice Amentet, que también iba a lo suyo, pero bien pensado ¿qué otra cosa puede ser la Ultrarrealidad sino la Realidad Misma Transfigurada? Y ahí queda eso, y se sumergió para nadarse varios largos bajo el agua. Opino igual, dice Sokari: Goreg se ha repartido entre los cuatro. ¿¡Y todos somos Goreg!? eso sería una República, protestó Hiké. En cierto modo biunívoco quizás sí, le tranquilizó Goreg por boca de Sokari, pero sólo en su base armónica; en todo lo demás -e incluso en esto- esto es lo de siempre. Ah bueno, respiró Hiké sin siquiera pensar en qué era "lo de siempre"; me resisto a creer... -¿Tú, el de la Fe?, se burla Selkis- ...que las apariencias lleguen tan lejos y que no sean una capa fina de pintura; y dando un brinco de espaldas se zambulló.

Las apariencias no son ni siquiera una simple y fina capa de pintura sino una superficie de contacto, dice Goreg por boca de Amentet, son un fenómeno de refracción y de reflexión -mental- con ribetes sensoriales en este centro de la Simetría de la Realidad que es nuestra naturaleza formal. Hazte cargo, Hiké, y piensa en cómo si no podrían contactar un universo de cuatro dimensiones con otro de cinco. Hemos venido a este templo a rezar porque aquí contactan esos dos universo. Toma, y en cualquier parte en que nosotros nos hallemos, dice Hiké; ya que la Ultrarrealidad no es objetiva, sino subjetiva. ¿Objetiva?, y todos se rieron como si hubieran oído un chiste.

M a n ú
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