Capítulo V

Tauin ( 20 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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Con un leve gesto distraído Hathor dio la audiencia por terminada. Cambió la escena; giraron silenciosamente los goznes del Tiempo y otra situación abrió sus estancia; ¿tal vez una sala de juntas; acaso un antiguo panteón? Hathor veía pasar ante su mente las infinitas posibilidades, -una casa de campo, una cabaña, un barco, un búnker bajo las bombas, una plácida orilla al remanso de un río, un antiguo templo egipcio, una nave de ciencia-ficción, un espacio sin techos ni paredes, una burbuja metafuturista, ...-, eligió una construcción de electricidad estática en la futura Atlántida-; todo sería brillante y matizado, albo y polícromo, dulcemente impenetrable, perfecto como el ensueño de un dios desengañado de todas las viejas formas, un no lo mismo, un no igual. Sonrió pensando en las orquídeas, en los bambis jugando por el bosque, en las hadas de alas de mariposa y en los unicornios; sonrió asintiendo, y el prado blanco se pobló de formas y las paredes de vidrieras y transparencias.

Soñó cuatro personajes y los invocó.

Por la ladera del bosque bajaba Pan, tocando flauta dulcísima, embelesante, y a su paso se abrían las madreselvas en gotas de luz. En carroza de diamantes tirada por caballos de platino llegaba Knum, el alfarero, señor de la gran rueda de las formas ideales, perfectas , consumadas, dios del Arte. En la lejanía se divisaba el polvo dorado de la nube en que descendía el dios Amón, señor de los imperios. Y con élitros de oro verde llegó volando y penetró en la estancia Keperer, dios del devenir y del llegar-a-ser y se posó en su mano, el escarabeo de los tiempos paralelos; se desdobló en estatua de coloso sonriente junto a los otros tres recién llegados.

-----Os he llamado.

-----Te hemos oído.

Un triclinio de nubes densas se formó a su lado; Hathor ocupó la cabecera, y los otros cuatro se recostaron a ambos lados en sendos lechos inclinados. La luz dorada de un sol poniente entraba por los vitrales llenando el aire de magia y de belleza; el silencio se hizo musical en el misterio.

Sólo hablaron los pensamientos. En tiempo práctico Amón pensaba en tácticas y en estrategias, Keperer en pro ideal, Knum en Arte, y Pan en la autocreación regia del espíritu. Hathor los había invocado, y cuatro colores del arco iris se habían plasmado, indiferntemente, en bandas de continuidad; nadie faltaba, pues nadie falta en la luz blanca e invisible; unos y múltiples, las cinco líneas del Pentáculo se entrecruzaban como jamás habría soñado el Mal, hermosas y poderosas en el Módulo de la Vida, la clave secreta del Holograma.

Hathor se miró el solitario diamante rojo de su anillo, y la noche cubrió al sol con un manto sin estrellas; Amón le sugería el Silencio, Knum el Arte, Keperer el Ideal, Pan el Espíritu. Lejanas en la Nada las brujas de Macbeth removían el brebaje de su caldero, en Delfos la pitonisa desmayaba sus oráculos; la Sibila en Cumas escribia sus libros con pluma de ganso vivo; y en las frondas de Lesbos Safo exhalaba sus gemidos. Nadie habló; sólo los pensamientos. Cada día necesita de su noche, cada luz de su oscuridad; la Atlántida que será bebe su energía en el olvido del tiempo y en el nunca jamás de las distancias curvas del infinito; todo está aquí por el deseo generoso de crear y por la necesidad de llgar a ser; Todo, en su mezcla pentacular de esmeraldina esperanza.

Soñadora, Hathor mira a los ojos a los otros, absortos en el éxtasis, y recuerda a los Cuatro Primordiales de las cienmil formas del Horror de la Irrealidad, -Nun y Kuk, Huh, Niuau-Amón, y la presencia absoluta de la Ausencia-; el Pentáculo centellea, escondido en las gotas de rocío de una rosa roja solitaria y erecta en el centro de la mesa; muda tensión y desvaríos de un delirio innecesario pero real, oculto en cada mirada.

Las cinco almas se proyectan en la Nada, se dibujan en puntos y líneas, planos y volúmenes, tiempo y valor, los seis elementos de la realidad más la Ausencia.

Hathor es ahora el centro de la rueda, el hueco vacío del pentáculo, el Amor de Lo Inexistente, lo que hace girar en torno suyo a los universos a la búsqueda de un equilibrio final inalcanzable, que sería su muerte, el centro de la esfera, que está en todas partes, y cuya superficie está en ninguna, el Ansia, el Deseo. el Anhelo, el Miedo, es el espejo que se rompe en copos de nieve.

M a n ú
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