Capítulo IV

Tauin ( 14 )

KIR Fénix

Manú <144@arrakis.es>

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La locomotora del transiberiano mugió tres veces como una vaca -muuuuuuuh, mmuuuuuuuuuuuuuuuhh, mmmuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhhhhhh-, anunciando la llegada a la próxima estación, que está a unos tresmil y pico kilómetros de la anterior, e ipso facto cuatro de los ocupantes del ferroviario compartimento -Xur, Nut, Hathor y Goreg- se levantaron y se pusieron a bajar sus maletas y sus abrigos de la rejilla, en plan de irse. Bast los contemplaba como quien ve visiones: ¿Qué es lo que hacéis?; apearnos, fue la respuesta; ¿apearos, estáis locos, cómo se puede bajar nadie de un mundo en marcha?

La Empresa nos ha dejado en suspensión de empleo y sueldo y nos largamos.

Cierto: La Empresa tiene estas cosas, lo mismo te utiliza que te despide, díjose Bast para sus adentros; vale, hijos, pues que os vaya bien, díjoles segura y cierta de que ya le enviarían personal de repuesto; y en efecto, cuando los 4 despedidos salieron al pasillo y el tren se detuvo... -pero no adelantemos los acontecimientos-, y el tren se detuvo en la estación, otros cuatro personajes, disfrazados con máscaras de carnaval, -Nefru vestida de Blancanieve, Apis de príncipe azul, aunque con un careto que nadie lo creería, Sebek disfrazado de Lobo Feroz, y por último Ptah en su papel de Santa Claus-, subieron al tren y ocuparon los asientos libres del compartimento. NOTA: Y para que se vea que no nos olvidamos de ningún detalle, y dado que los asientos libres eran cinco, Nefru (o Blancanieve) lo ocupó suplementariamente con su manto de armiño.

Nefru es una preciosidad, -la diosa de la Belleza por todos conocida-, y una de las más lujosas damas del Empíreo; no cabe decir lo mismo de Ptah y Sebek, dos viejos catedráticos eméritos casi jubilados; aunque si se quitaran sus dos cabezas de cartón -de Lobo Feroz y Santa Claus- se podría ver que sólo tienen 30 años como todo el mundo, -salvo excepciones, ya se dijo una vez-; ¡Oh, que calor!, exclama Blancanieve dándose aire con un guante de cabretilla, esto es como otro mundo; Y que lo digas, monada, aseveró la diosa Gato -o sea Bast- sonrientemente, ¿qué tal la fiestecita?; Psé, explicó el Príncipe Azul, aburrida como suelen ser las navidades en marzo; Me hago cargo, el calendario ruso va algo retrasadillo, recuerda Bast experta y comprensiva, qué se le va a hacer.

Ay pero preciosa, dice Nefru (Blancanieve) que va de inocente y admirativa, ¡había más confeti y matasuegras...!, y sacudió una mano recordándolo; éste, dice señalando a Santa Claus estuvo dabuten e instructivo, con sus renitos de papel maché y sus lecciones de protohistoria, -¡la de cosas que aprendimos!-.

Fui yo el de las lecciones, nena, puntualizó el Lobo Feroz, es mi especialidad; y como sigas tan despistada y tan ignorante te suspendo, amenazó; oh, perdón, qué cabeza la mía, he debido de beber más vodka que el que me correspondía.

Bast reflexionaba intesamente sobre qué papelitos serían aquéllos que los 4 estaban representando, pues aun siendo regente temporal del Imperio, tenía que atenerse a las circunstancias impuestas desde Las Alturas y trabajar con el personal que pusieran a su cargo, preparado a conciencia desde luego a tal efecto. Había aquí antes unos señores con los que estábamos charlando sobre los personajes de ficción, y al verles he caído en que ustedes me lo recuerdan.

Coincidencias, dice Santa Claus con la eterna sonrisa bonachona que tenía la mascarota que llevaba, -a pesar de que Ptah es bastante serio, y por eso tal vez le habían encomendado el rol de abuelito navideño-, sincronicidades como usted comprenderá, interferencias hologrmáticas de ondas de tiempo, ya usted sabe; Oh, claro que lo sé, aclara Bast, como en los sueños, vamos; ¿Como en qué? pregunta Blancanieve; como en los sueños repitió Bast; eso me parecía haber oídos; desde luego en los sueños, acudió Santa Claus presto en ayuda de la bellísima, se producen efectos de transtemporalidad, ya que el cerebro es también de naturaleza cuántica como todo el mundo sabe; déjame eso decirlo a mí, gruñó el Lobo Feroz, que es de mi competencia; en los sueños nunca se sueña con Blancanieve ni con nosotros, sino con momentos potencialmente opcionales de la propia vida del durmiente, o sea con vivencias que están a la búsqueda de su realización, -...con asignaturas pendientes... dijo con retintín, refiriéndose a Nefru, (o sea, a Blancanieve)-, cada sueño es tan posible que no le extraña absolutamente nada a quien lo sueña, por raro que parezca, y por surrealista que realmente sea; Toda realidad es surrealista, dice rápidamente Bast apuntándose un tanto, la realidad nos obliga a resignarnos a ella como yo me estoy resignando a vosotros, pequeñines, y eso es surrealismo del puro y duro. Cierto, cierto, majestad, concede el Lobo Feroz, pero concedednos a vuestra vez que a la surrealidad sólamente puede tratársela y escapar de ella con majaderías metacientíficas y con mucha imaginación; Sin pitorreos, apunta Bast, en el fondo de la cuestión... la surrealidad nos conviene enormemente.

¿Puede ser explicado? le pregunta el Príncipe Azul sorprendido y sorpresivo; Puede y debe, responde Bast, entre calé y calé no cabe la buenaventura, todo el mundo sabe que la surrealidad es un caótico y a la vez totalmente coherente amontonamiento de falsas percepciones; ¿Falsas?; Falsas; toda percepción es falsa, por su origen, por su medio de transmisión y por su receptor, cada uno de los cuales las distorsiona. Epistemología pura y dura, dice el Lobo Feroz. Epistemología o la leche que sea, dice Bast prácticamente ya deslenguada; el conocimiento real no existe; ¿no existe?, ¿ni en nosotros?, pregunta con total ignorancia genuina la Blancanieve; Ni en nosotros; precisamente porque el conocimiento real tampoco existe en nosotros es por lo que podemos cambiar la Surrealidad como nos da la gana; -miró su relojito de pulsera diamantino-, va siendo ya hora de cenar.

M a n ú
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